Sorprende “Bajo el signo de Saturno, adivinación en el arte”
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Sorprende “Bajo el signo de Saturno, adivinación en el arte”

En el MUNAL sigue la muestra de obras con las razones que han quitado el sueño y la paz de la humanidad.

Siempre es buen tiempo para recordar la frase de Antonio Gramsci: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”.  Cuando en esta primera parte del siglo XXI vivimos entre entes fársicos a la inmediatez de un clic o dialogamos más con la inteligencia artificial que con quienes nos rodean, se inaugura la exposición.

Saturno el dios romano de la agricultura, las estaciones y el tiempo, abre portales a las preguntas de la humanidad sobre el pasado y el futuro. Las razones y sinrazones que alejan el sueño y la paz del espíritu. Más de 200 obras, divididas en cuatro núcleos, conforman un recorrido por el universo esotérico desde la mirada de artistas visuales y técnicas diversas.

Arte oculto

La penumbra anuncia el recorrido “Nigromancia, invocar a los muertos”, que nos sitúa frente a una práctica tan antigua como la humanidad: buscar respuestas en las manifestaciones del más allá. Esta práctica adquirió cierta popularidad en las últimas décadas del siglo XIX y con los años ganó una forma organizada y casi científica en el espiritismo, una doctrina que prometía conectar el mundo material con el de los espíritus, y que en México no solo echó raíces, sino que floreció en publicaciones, reuniones, cuadros y hasta sátiras políticas.

La influencia del escritor y filósofo francés Allan Kardec se dejó sentir en los lectores mexicanos a través de revistas como Ilustración Espirita, que circulaban entre intelectuales, curiosos y creyentes. Pero más allá del papel impreso, el espiritismo fue un fenómeno visual. Las ideas de vida después de la muerte y de comunicación con otras dimensiones, encontraron eco en un imaginario artístico que coqueteaba con el decadentismo y las atmósferas del otro mundo.

En esta sección, una de las piezas que atrapan la mirada, se trata de Las espiritistas, de Juan Téllez, donde lo doméstico y lo místico se funden en una escena cargada de misterio. También se exhiben ejemplares del combativo El Ahuizote, que no perdonaba ni siquiera al presidente Francisco I. Madero, ferviente creyente del espiritismo, blanco frecuente de sus caricaturas. Y como testimonio visual de época, un reportaje fotográfico de Juan Guzmán documenta sesiones espiritistas con un aura que oscila entre la fe y lo inverosímil.

Bajo el signo

En “Clarividencia”, el ojo se entrena para mirar más allá de lo visible. Este segundo núcleo es un paseo por dos prácticas que han acompañado a la humanidad en su afán de descifrar el porvenir: la cartomancia y la quiromancia. Ambas prácticas tienen un común denominador, la certeza de que los signos están ahí, esperando ser leídos.

La sección dedicada al tarot despliega un abanico de interpretaciones que van de lo sagrado a lo lúdico. Desde la voluptuosa simbología de Eugenia Martínez hasta la ironía laberíntica de Pedro Friedeberg y los trazos de Raúl Pérez, cada artista encuentra en las cartas un espejo del alma. Una cuidadosa selección de fotografías del Archivo Casasola, en las que gitanas y lectoras del tarot posan para las primeras lentes fotográficas del siglo XX.

El destino podría estar escrito en la piel, por eso la lectura de manos nos remite a la antigua obsesión. La quiromancia no solo se narra, se encarna: las clarividentes, palmistas y videntes del pasado toman forma en las obras de artistas como Leonora Carrington, que veía en lo esotérico un portal a otros planos, o Lola Álvarez Bravo, cuya mirada captó la magia contenida en los las líneas de la mano. Como testimonio curioso, se incluyen páginas de la revista Zig Zag, que en los años veinte analizaba las manos de artistas y figuras culturales mexicanas, como si en esas líneas pudiera leerse también el rumbo del arte nacional.

Al infinito

El tercer eje del recorrido denominado “Astrología. Consultar las estrellas”, donde el tiempo se mide en tránsitos celestes y los destinos se escriben con tinta de estrellas. La travesía comienza con un cambio de paradigma: la revolución copernicana, que no solo desplazó a la Tierra del centro del universo, sino que reacomodó simbólicamente nuestra relación con los astros. Desde entonces, mirar hacia arriba es también mirar hacia dentro.

Este núcleo es una constelación de objetos y obras que revelan la profunda fe, poética, simbólica e intuitiva, en que el cosmos influye en nuestras vidas. La Carta astral de Jean Schuster funciona como una clave visual: un mapa donde símbolos, signos y correspondencias se entrelazan para narrar una identidad. A su lado, resplandece la carta astral de Remedios Varo, celosamente guardada en el archivo del Museo de Arte Moderno, y la del poeta Ramón López Velarde, alguna vez en manos de Carlos Monsiváis, quien comprendía que incluso los más racionales tienen un rincón entregado al misterio.

También dialogan en esta sección el Planisferio Celeste de Antonio Ruiz “El Corcito” y un globo del siglo XIX, piezas que invitan a imaginar un tiempo en que el estudio del cielo era ciencia, arte y profecía al mismo tiempo. Como si no fuera suficiente, los signos zodiacales cobran cuerpo en la serie Medicina celeste de José Horna, donde lo astral se mezcla con la alquimia y la medicina.

Mente y demente

La ruta concluye al borde del abismo y la cordura. “Terror cósmico. La incertidumbre del futuro”, nos confronta con la inmensidad del universo y la pequeñez del ser humano. Lejos de las certezas adivinatorias o las armonías zodiacales, este núcleo propone una pregunta más radical: ¿qué lugar ocupamos frente a lo que no puede medirse, ni comprenderse, ni dominarse?

El punto de partida es la obra homónima de Rufino Tamayo, donde la materia parece disolverse en un estallido de color y vacío. A partir de ahí, las piezas reunidas no ofrecen respuestas, sino resonancias. El arte se atreve a tocar lo intangible, lo que escapa a la razón y a los lenguajes tradicionales.

En esta última constelación, las obras de Cordelia Urueta y Mathías Goeritz dialogan desde distintas latitudes del misterio y trazan una cartografía de lo desconocido donde las ciencias herméticas, la espiritualidad y el arte se cruzan como rutas celestes. El resultado es un eco persistente, un recordatorio de que, al final, mirar al cielo ha sido siempre una forma de preguntarnos por nosotros mismos.

Al final, queda una pregunta: ¿y si el museo fuera un portal para realidades alternas? La exposición “Bajo el signo de Saturno. Adivinación en el arte”, puede visitarse en el Museo Nacional de Arte MUNAL, de martes a domingo, de 10 a 18 horas, en Tacuba 8, Centro Histórico, Alcaldía Cuauhtémoc.

Texto de Marlene Diveinz

Foto cortesía MUNAL Museo Nacional de Arte

@robertoyanezeditor

robertoyanez.editor@gmail.com

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